miércoles, 7 de enero de 2015

Insatisfecha y casada

Cada mañana salía de su casa a llevar a su hijo, pequeño, al colegio, tras despedir con un beso a su marido. Un conjunto de actos invariables para los que no necesitaba hacer ningún ejercicio intelectual la convertían en una autómata perfectamente encajada en el puzzle de la pequeña ciudad de provincias en que vivía y acorde con esas horas tempranas, espacio y tiempo en perfecta armonía. 

Tras dejar al niño, recalaba durante algunos minutos en una cafería cercana.

Apenas media docena de personas a las que conocía de vista y con las que nunca hablaba, dormitaban en torno a la barra. Estáticas e inamovibles como los maniquíes de un escaparate o las figuras de los museos de cera.

 La idea volvió de pronto, cuando se acercaba a los labios la taza para tomar el primer sorbo de café con leche. No quería pensar en ello, pero no pudo evitarlo: su mente no obedecía. 

Ese pensamiento no le resultó extraño, ya lo tenía oculto desde hacía tiempo en alguna parte de su cerebro, pero aquella vez se asustó porque surgió demasiado nítido, fuerte y sin anuncio previo. 
Pensó que tal vez ella no existía, que su vida no pasaba de ser una pura invención, un mal guión de un escritor sin ingenio.

 Soltó la taza de café con cierta energía y se concentró en sus recuerdos respirables:su niñez, su adolescencia, su madre, su padre; trató de remembrar su enamoramiento, su matrimonio, la voz de su hijo, los olores.

 La única forma de conjurar la malévola introspección era exponerse a sí misma la contundencia de las pruebas vitales, mostrarse demostrarse su propia entidad en la inextricable caverna de Platón de sus días.

      Aquella mañana en que descubrió sin ambages la posibilidad de su inexistencia llovía copiosamente sobre los árboles del parque y las baldosas de la acera tenían aspecto de lago Báltico. 

Asomó la cabeza a la calle y dejó que se le mojase el pelo. Cuando se hubo empapado volvió a la cafería. El agua le caía por los hombros calando su gabardina; el pelo negro resplandecía como mercurio bajo la luz cónica proyectada desde los anaqueles. Se miró en el trozo de espejo que dejaban las botellas y el pensamiento se había esfumado.

Evidentemente, el gesto de salir a la calle no fue entendido por nadie de los presentes, aunque nadie comentó nada, quizá algún imperceptible gesto y es posible que hasta un vago pensamiento de conmiseración por parte de algunos de sus compañeros de barra pudiese haberse formado; al fin y al cabo nada relevante en el vasto muestrario de actos comunicativos de la especie humana. 

Apuró el café y salió.

      Cuando regresó a su casa, la encontró solitaria y fría, como una ciudad evacuada en cuyas torres resonaban los ruidos de la guerra y aún, frescos los pasos de la gente que huyó. 

Las puertas, abiertas, las camas deshechas, los restos de olor a café, los juguetes del niño esparcidos, la ropa revuelta.

 Pasó rauda por todo aquello, se lamentó de haber perdido su trabajo hacía unos meses y tener que volver a aquél erial. Al principio fue una liberación irse de la oficina y aprovechó para romper su relación, ya tediosa y rutinaria, con un compañero, que unos meses atrás la había hecho sentirse viva. 
Encendió el ordenador. Su mundo se desplegó y comenzó a caminar por la “virtualidad”, del amor, del diálogo, de la conversación interesante, de la tolerancia sin rutina, del ciberpolvo perfecto sin gatillazos ni eyaculaciones precoces, de todo aquello que le aportaba unas abrumadoras pruebas sobre su existencia.

 No sólo era una mujer que existía, sino una creadora de lo que sentía y de lo que inventaba: más joven, más alta, más lista, más libre, más amante apasionada, aunque realmente nunca mintiese a nadie, salvo a sí misma.

 “Te he echado de menos, sin ti, que te tengo tan dentro nada existe. Hagamos el amor” –
le dijo ella en letra rosa.

 El teléfono de la casa suena en la estratosfera, en una mierda de mundo perdido. 

“Por supuesto que existes, el que yo esté aquí lo demuestra” –le responden en letra negra. 

Ahora mismo, alguien desde la pantalla la penetra.

Ángel

6 comentarios:

  1. Describes con maestría la realidad de muchas mujeres, mis felicitaciones, amigo
    Sole

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  2. Gracias Sole, por compartir.
    Mi beso para tu mañana, linda

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  3. Esta alternativa que es puro sucedáneo cada vez se da más...y me pregunto ¿nos estimula la atención?, suele comenzar como en la vida misma, charlas y más charlas donde la mujer se siente escuchada, alguien se interesa por ella y se va entusiasmando con EL , ese que contesta a sus inquietudes y le va dando seguridad en si misma, abriendo su secreto de insatisfacción y al final acaba en un "sexo romántico" que no es solitario.

    Verdad dices Angel y muy bien narrada.


    Besos muchos,

    tRamos

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  4. Existe mucha soledad en la vida real, amiga Tramos. Buscamos alternativas que son efectivamente meros sucedáneos. Opino que el problema radica en que muchas personas no saben discernir la amistad o la compañía con lo otros sentimientos, y se crean en su mente una fantasía que al no ser correspondida les provoca un vacío inmenso cuando una de las partes le abre los ojos.
    Te puedo decir que este relato, es en parte basado en mi propia experiencia, dado que por ofrecer amistad , amistad y cariño sincero me encontré con un problema bastante gordo ,del que intento salir a flote dado que durante mi ausencia me sentí vilmente calumniado, y es que hay personas como comenté anteriormente suplen sus carencias con fantasías virtuales.
    No pongo en tela de juicio la actitud de nadie, no soy partidario de juzgar a nadie, siempre y cuando no lo hagan con mi persona.
    Hablas de sexo romántico que no es solitario; cierto no es solitario en esos momentos.

    Muchas gracias por tus palabras, siempre sabias

    Me tengo que pasar por tu blog, tantos meses de ausencia me tienen, digamos, fuera de juego

    Mi beso, siempre, amable y generosa amiga

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  5. Mi aplauso... Sólo eso pues me he quedado anonadada con tan buen relato, las imágenes que le acompañan las encuentro tan hermosas, y pude imaginar el escenario tan fácilmente...
    Much@s pueden identificarse con lo que aquí describe, Ángel...
    Nuevamente, mi aplauso, ya le sigo ;)

    Saludos, y un fuerte beso...

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    Respuestas
    1. Hola Ivel

      Es gratificante que una publicación llegue al lector, si con este pequeño texto lo he conseguido contigo, es un premio y un aliciente para seguir intentando ejercer de buen prosista

      Mi beso para tu tarde de lunes

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